La discriminación en un país como Colombia se observa y se percibe a diario. Ser diferente, pensar distinto, tener un credo religioso y una inclinación sexual diferente se considera en algunos grupos como una atrocidad del der o humana. Ser discriminado en Colombia es como diría el slogan bancario” usted puede estar en el lugar equivocado”. El señalamiento, el juzgamiento y la no utilización de la libre expresión o práctica en la sociedad de nuestra condición de ser diferentes es coartar derechos básicos que encontramos en nuestra constitución política.
Recordemos y analicemos que en esta semana, la cámara de representantes aprobó un último debate para hacer efectivo un castigo ejemplar para la discriminación en Colombia, en donde hacer práctica de esta, podría tener penas de hasta tres años carcelarios y multas de hasta 7 millones de pesos. Con esta ley a la cual solo le falta una conciliación y el aval presidencial, se pretende buscar el derecho a la igualdad en una nación la cual desayuna, almuerza y come al son del la xenofobia, el racismo, discriminación sexual y religiosa. Un país necesita este tipo de leyes no solo para defender a las personas, sino para proteger espacios de libre expresión que no afecten un entorno social y sobre todo que aporten a la construcción evolutiva de una sociedad. Todo esto se basa en reconocer poblaciones vulnerables que deben ser escuchadas y protegidas.
¿Pero que tan aplicables pueden ser estas leyes? Lamentablemente es Colombia impera la ley del silencio, el plomo y la muerte. Preferimos hacernos los de la vista gorda ante estos atropellos. Estas leyes pueden ser efectivas, pero depende de nosotros, de nuestras denuncias, de hacernos sentir y oír. Atrás deben quedar los casos donde se le prohibía a la gente de color entrar a ciertos lugares, casos donde la condición sexual de un integrante de las FFMM se convertía en motivo de bochorno para la institución y otros donde la muerte cobijo a un joven en la localidad de Chapinero a mano de grupos neonazis o skinheads.
No queda más que hacer una invitación a recordar y a agradecer por las cosas grandiosas que han brindado las “minorías” étnicas, religiosas, sociales y sexuales a nuestro país. Como los son la cultura, la expresión artística, la ayuda espiritual y la creación de espacios donde ser libre, si es posible. Y donde ya no tiene cabida la discriminación, pero donde ante todo donde el compromiso a cumplir para acabar con este delito, debe ser propio.
Luis Fernando Poveda Calderòn.
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