DOMINGO 30 DE OCTUBRE DE 2011
ROQUE ORTEGA MURILLO
La indiferencia es una cárcel invisible que silentemente se ha enquistado en el pensamiento y el espíritu de los colombianos, no hemos inmunizados ante el drama humanitario que viven cuatro millones de compatriotas desterrados; despojados vilmente de su terruño por culpa de una absurda locura de la guerra, tan solo ha dejado dolor y sufrimiento.
Para estar preso no se necesita estar recluido en una prisión, basta con asumir una actitud de indiferencia y olvido, este comportamiento mezquino es un reflejo del accionar insolidario hacia nuestros congéneres. Además, los acontecimientos violentos son observados con un morbo, infundado en la mayoría de las veces por el cubrimiento sesgado y manipulados por los grandes medios de Comunicación, con el agravante que se olvida rápidamente tales sucesos.
A pesar de lo anterior los medios vociferan que esta sociedad es una de las que vive más felices en el mundo, semejante postura nos parece un despropósito, por ejemplo, según la Defensoría del Pueblo, cuatro mil niños están desaparecidos en el país, solo en Medellín este año, en tres meses se han asesinado en las comunas más de cuatrocientos personas, y en el departamento Córdoba el año pasado se cometieron más quinientos crímenes. Tristemente en este país los defensores de derechos humanos, sindicalistas y periodista independiente, que trabajan para construir democracia, son satanizados, señalándolos como voceros del terrorismo, estos ejercicios son de alto riesgo. Según la Corte Interamericana de derechos Humanos, Colombia es el segundo país del mundo con más desaparecido, cifra que confirma la defensoría del pueblo.
Así mismo, el país todavía no conoce los resultados acerca de la investigación de los falsos positivos, o más bien crímenes de Estado, que se cometieron contra unos puñados de jóvenes humildes en la población de Soacha, la sociedad civil ha sido indiferente ante esos acontecimientos luctuosos. Tan solo sus parientes buscan inermemente que se aplique justicia, a pesar de ello, aquí no pasa nada. La felicidad, el bienestar, lo pregonan, incluso algunas personas que se acuestan sin probar un bocado de pan. No hay que olvidar que los medios de Comunicación invisibilizan la realidad, en la mayoría de las ocasiones actúan como ideólogos profetas del sistema. Pensar así, es el resultado de una sociedad desquiciada. ¿Qué pócima nos han suministrado para mantenernos sumidos en la imbecilidad?
Cómo se puede ser feliz, sí aproximadamente 600 jóvenes se suicidan cada año, espelúznate situación que menores de 24 años vivan sin ilusión, con desesperanza, agobiados por la tristeza y la depresión, pues algo no está bien; un estilo de vida enfermizo y alienante no puede ser un comportamiento sinónimo de felicidad.
Con una desigualdad abismal donde la mayoría de la población cada día se empobrece y los ricos son más ricos, hablar de bienestar es una falacia, lo que hay que denunciar como la codicia de la clase política, los terratenientes, y las multinacionales, han convertido a este hermoso país en un paraíso para unos pocos, y el infiernos para la gran población.
Somos felices a pesar de que la misma Fiscalía General de la Nación confirmo de la existencia de las fosas comunes más grande de Latinoamérica, localizadas en los cementerios de Vista hermosa, la Macarena y Granada en el Departamento de Meta. Llama la atención que dentro de estos muertos apareció el cadáver de un supuesto guerrillero, quien cayó en combate frente al Ejercito Nacional, pero al parecer según testimonios de sus familiares, el joven era ciego y con retraso mental.
Para finalizar no hay que olvidar las cifras escalofriantes denunciadas por la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía, sobre el censo nacional de N.N, realizado en el 2010, arrojo la cuenta de 11.403 cuerpos sin identificar en apenas 303 municipios de 1.101 que tiene el país. Esta situación es macabra. No se puede ser indiferente ante esta nefasta realidad, y seguir siendo meros espectadores de un Estado que también ha contribuido a mantener una guerra sin sentido, actuando de similar manera como los grupos al margen de la ley, dejando miseria, ríos de sangre y dolor.
Esto no puede ser el modelo de una sociedad feliz, donde el sistema de salud de los colombianos es atendida con ibuprofeno y para que presten el servicio deben recurrir al recurso de la tutela, sin duda, esa ley 100, en donde la salud paso a ser administrada por el sector privado y no por el Estado, ha dejado solo un sistema mafiosa, que se ha enriquecido a costilla de los aporte de los beneficiarios, sin importar atender con un servicio de alta calidad y un sentido humano.
Así mismo, el sistema neoliberal cada día nos estrangula con sus medidas impopulares y neocolonialista, como son los bajos salarios y la privatización de la educación, tal como viene sucediendo actualmente con este gobierno, que quiere implementar una reforma educativa lesiva a los intereses de los estudiantes más pobres. Educar es un derecho, no es un privilegio. Ante tal situación, se puede considerar a este panorama que vivimos en sinónimo de bienestar, entonces estamos locos.
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